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Aceite de Oliva, canícula, agua y cárcel

En estos días de canícula, caracterizados por calor intenso y sequía, recordamos cómo ya desde tiempos de los romanos se construyeron canales para el regadío en el valle del Queiles, que llevaban el agua desde el Moncayo hasta los campos.  Estos canales fueron muy ampliados por los árabes y formaron una extensa red de acequias. 

Como suele pasar con cualquier bien escaso y valioso, siempre hubo quien se aprovechaba y utilizaba el agua que no le correspondía, y a lo largo de los siglos las autoridades se han tenido que esforzar para regular el uso de las aguas y perseguir a los infractores.

Compartimos un interesante documento del archivo del Castillo de Monteagudo, fechado en 1622, en el que el alcalde de Monteagudo ordena “que ninguno sea osado de sacar el agua del Río de Calchetes para regar ningunos campos ni eredades (sic) fuera de los términos de esta Villa para ningún forastero de ella en pena de seis ducados y diez días de cárcel para cada una vez”.  Las penas se aplicarían “la tercera parte para el denunciante y las demás para pobres y fábrica de nuestra Señora del Camino por partes iguales”.  El bando se pregonó “a voz alta e inteligible” en la plaza principal y demás cantones de Monteagudo. Incluimos también un plano con los cauces de los principales ríos y canales de la época.

Hoy en día no existan estas penas -y tampoco queremos dar ideas a nuestro querido alcalde-, pero esta red de acequias sigue en funcionamiento y es vital para que nuestros olivos puedan pasar el verano en las mejores condiciones y en otoño podamos obtener nuestro excelente aceite de oliva virgen extra Castillo de Monteagudo.